Como sabréis, el 22 de septiembre, el melancólico Otoño se dignó a aparecer por fin.
Ya está aquí esa estación lluviosa que muchos odian y otros tantos aman. La estación en la que los suelos se convierten en espejos, espejos líquidos que reflejan los árboles caducos desarroparse de las hojas, que se desprenden de sus ramas, poco a poco, una a una, y, en un hermoso baile con la brisa, acaban por tocar el suelo; reflejan a lo pájaros migrar, en formaciones dignas de ejércitos del aire, hacia países aún abrazados por el Sol; reflejan el cielo que, ahora, perece pintado por un